lunes, 3 de mayo de 2010

5 MINUTOS PUEDEN CAMBIAR NUESTRAS VIDAS




ISAAC FERNÁNDEZ DE LA VILLA.

Con hacernos dos preguntas podemos transformar nuestra existencia. La mayoría acostumbramos a preguntarle a los demás, pero dice el dicho: SI QUIERES BUSCAR, BUSCA EN TU INTERIOR. Y SI QUIERES ENCONTRAR, PREGUNTA A LOS DEMÁS. Y como las interpretaciones de dichos metafóricos son muchas, expondré la mía: Para buscar saber y adquirir sabiduría, hemos de buscar en nosotros mismos; lo que se resume en reflexión experimentación y autoobservación. Y para conformarnos con ser robots programados que aprenden poco o nada de la existencia, podemos depender por siempre de preguntarle a los demás; resumido en creer en otros ciegamente, sin reflexionar ni experimentar por nosotros mismos.
Ejemplo: ¿Por qué pasamos una mala noche?
Lo primero es, que ni siquiera nos hacemos esta pregunta. Simplemente decimos a compañeros de trabajo, amigos, y familiares, lo mal que dormimos y nos quejamos de lo cansados que estamos. Quizá no le dimos importancia porque fue la primera noche que nos ocurre, pero pasando varias noches malas, pueden suceder varias cosas:
Que poco a poco nos acostumbremos a dormir mal, para finalmente creer que dormimos bien, dejando de considerar nuestra incomodidad; perdiendo así la referencia de cuando dormíamos mejor.
También podemos autodiagnosticarnos, y con ello sentirnos bien haciéndolo porque nos da qué contar a los demás: “Tengo algo de insomnio…”, decimos, o calificando nuestro mal con algún nombre de moda que vimos por televisión.
Quizá vamos al médico para que nos recete pastillas, las cuales, sin eliminar el motivo o causa del problema, disminuyen los síntomas que nos impiden dormir bien.
Pero también podemos buscar de otra forma; En nuestro Interior. ¿Por qué no pensar y analizar cuales pueden ser las causas de nuestro trastorno?....
Ciertamente es más fácil tomar pastillas que pararnos a pensar; nos resulta más sencillo pedir soluciones rápidas que sentarnos 5 minutos a reflexionar. Lo cual impide que nos demos cuenta que quizá sólo teníamos mal puestas las sabanas, y estas, enredándose en nuestros tobillos nos crean la incomodidad de no podernos mover cómodamente. Y una vez acostumbrados a dormir profundamente con pastillas, cuando las acomodamos bien, seguimos tomándolas porque nunca supimos cual era el problema, y aún solucionado seguimos drogándonos y diciendo a todos lo bien que dormimos con tal o cual medicamento: Nos hicimos adictos a lo absurdo, y unimos la pastilla para dormir a las que ya tomábamos para el estomago, porque nunca nos paramos a pensar qué comida nos estaba creando acidez, o gases, o estreñimiento. Y a estas le tenemos que añadir las que tomamos para la ansiedad y el estrés… Lo más curioso de esto es, que aún tomando nosotros infinidad de pastillas podemos estar luego criticando a la juventud por hacer algo similar; drogarse los fines de semana, sea bebiendo alcohol o consumiendo las llamadas “pastillas de diseño”. Ellos sintiendo incomodidad por el ritmo de vida que llevan, y no parándose a reflexionar y buscar las causas, procuran huir por el camino fácil el poco tiempo que tienen libre… Así nosotros, viviendo y participando de sociedades con afianzada cultura pastillera, nos convertimos en jueces de los demás, cuando podríamos primero valorar y mejorar nuestras propias vidas.

“… ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?... ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?... ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.” (S. Mateo 7; 3…)

Las drogas de cualquier tipo afecta enormemente a la evolución natural de nuestra consciencia. ¿No merece la pena pensar un poco de vez en cuando?... Porque igual que hay multitud de factores que pueden hacernos dormir mal, existen las mismas soluciones, donde todas no requerirán el peligro de hacernos adictos a pastillas: Si las sábanas nos impiden dormir bien podemos recolocarlas. Si el frío nos incomoda los pies, podemos usar calcetines u otra manta. Quizá el pijama es pequeño o grande, y sus dobleces o costuras nos molestan. Quizá comimos algo indigesto antes de dormir, o la humedad ambiental bajó tanto que nos reseca las fosas nasales; para lo cual podemos usar un humidificador o un quemador de aceites esenciales. Quizá nuestro malestar fue una discusión o disgusto que tuvimos durante el día, y podemos aprender técnicas de relajación y meditación…
Y si importante para nosotros es encontrar las causas, más lo será ponerlas en práctica y observar cómo nos afectan para ir rectificando. Hay un dicho que dice: “El secreto del éxito es caerse nueve veces y levantarse diez”… Y si probando y probando no encontramos la solución o el problema se sale de nuestras manos, siempre están los demás para orientarnos con formas que pueden ser eficaces y correctas, para poner de último recurso a los químicos.
Si cansados de políticas caducadas exigimos cambios a los gobernantes, ¿por qué no cambiamos las maneras en que afrontamos las cosas?... ¿Por qué no pararnos 5 minutos a pensar lo que nos ocurre y buscar las posibles soluciones?... Encontrar causas y cambiarlas es cambiar los efectos de las mismas. Así de sencillo es el funcionamiento del mundo a todos los niveles comprensibles. Y escribo sobre esto porque en cierta ocasión pasé varios días con la nariz congestionada, sin prestarle mucha atención al asunto, pero me sorprendí que cuando cierto día me coloqué un chaleco más grueso se me quitó de inmediato. Entonces pensé en todo el malestar que me hubiese ahorrado con pararme a pensar con el primer síntoma las posibles causas; me había mudado a un domicilio más frío, y seguía abrigándome de la misma forma que en el anterior. Simplemente no fui consciente de que el cuerpo con aquella congestión nasal, me estaba avisando de que el cambio de temperatura lo estaba dañando: Porque el dolor del cuerpo es su lenguaje para con nosotros, advirtiéndonos de que algo no marcha bien y hemos de repararlo.
Si queremos podemos empezar a dejar de ser un poco como el del chiste: “- Doctor, doctor: cuando tomo café me duele el ojo… Y dijo el doctor: ¿Ha probado usted a quitar la cucharilla?”

“Busca y encontrarás… Llama, y la puerta se abrirá…”

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