domingo, 30 de mayo de 2010

AZAR, ORIGEN, Y FELICIDAD.



POR ISAAC FERNÁNDEZ DE LA VILLA.

La explicación para el origen de la existencia para muchos, es que todo lo existente es fruto del Azar o la Suerte… ¿Tan fácil es creer que una piedra es capaz de evolucionar por azar para convertirse en un cerebro humano?...
Por lógica podemos saber que de donde no hay no se puede sacar, por mucha suerte que intervenga. Apuesten en un casino donde no hay dinero, a ver si la suerte hace que os paguen algún premio que hayáis ganado: Para que algo se produzca, ese algo tiene que estar antes de su producción en algún lado. De esta forma, donde no existe inteligencia, no puede ser creada salvo por intervención de otra Inteligencia por lo menos del mismo nivel que aquella que es creada.
Si no vemos las conversaciones de nuestros teléfonos móviles cuando viajan por el aire de un lugar a otro del mundo, ¿quiere decir que no existen las ondas telefónicas?... Así la inteligencia inherente a la creación que vemos a nuestro alrededor y de la cual participamos también sigue invisible a nuestra percepción humana.
¿Cuanta Suerte necesita un mono para componer las sinfonías de Beethoven?... Si realmente creen que el Azar puede hacer que un mono de pronto cree sinfonías y las toque en un piano, significa que la Suerte es para ustedes lo que otros llaman Dios; u otros llaman Naturaleza; u otros llaman la física y química, como oí decir a una científica una vez: “La química y la física crearon tal y cual cosa”… ¿Cómo puede algo sin inteligencia crear algo que por matemáticas estadísticas sería imposible atribuirle al azar?...
Sucede que viendo una creación inteligente allá donde miremos y analicemos, sin poder dar explicación conocida a esto, la ciencia tampoco se atreve a nombrar con la palabra “Dios” a la inteligencia que está detrás de todo, y con razón, pues esta palabra con el tiempo, ha sido cargada con numerosos atributos antropomórficos y actitudes deleznables que se usaron para justificar muchas aberraciones humanas, como las que crearon la inquisición; por eso que ahora nos resulte difícil considerar tal palabra en forma alguna, cuando en realidad Dios significa sólo: LO QUE ES. Hasta ahí podemos llegar para definirlo de la forma más cercana a su realidad, pues se trata realmente de algo incomprensible para el entendimiento humano.

“...Y Dios dijo a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Así responderás a los hijos de Israel: YO SOY me manda a vosotros. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. Y prosiguió: Esto dirás a los hijos de Israel: Yavé,.... Este será para siempre mi nombre; este mi memorial, de generación en generación...” (Éxodo 3:14-15)
Yavé significa: EL QUE ES. Siendo esta definición de Dios, la más cercana a la verdad que pueda nuestra intelectualidad humana, usar para explicar al Ser Inteligente que representa tal entidad. Todos los demás atributos le fueron adjetivados para intentar hacer comprensible a un Dios básicamente incomprensible, por lo menos mientras sigamos estando sometidos por una percepción limitada al mundo de las apariencias físicas.
Respecto a Dios, antiguas enseñanzas atribuidas a Hermes Trimesgisto dicen:
“Hablar de DIOS es imposible pues lo corpóreo no puede expresar a lo incorpóreo... Lo que no posee cuerpo ni apariencia, forma ni materia, no puede ser comprendido por los sentidos... Lo imposible de definir, eso es DIOS”.
Pero lo más importante para la evolución humana no es descubrir qué cosa es Dios, sino las leyes o parámetros establecidos que nos afectan, pues conociéndolas y escudriñando cada vez más verdades trascendentes, podemos llegar a liberarnos hasta incluso de creernos poseedores de cualquier verdad sobre cualquier asunto; ya que la felicidad es un sentimiento, y la verdad, un tipo de posesión intelectual que no importará en absoluto cuando gracias a ella alcancemos la Felicidad con mayúsculas: Una Felicidad más parecida a un estado de bienestar en equilibrio, de carácter atemporal y características de impermeabilidad hacia los acontecimientos externos, que a las numerosas felicidades que actualmente perseguimos basadas en métodos para obtener sensaciones de satisfacción lo más eufóricas posible, como aquellas obtenidas cuando se cumple alguno de nuestros muchos deseos banales, y que por ser basados en lo temporal, inevitablemente tienen fechas de caducidad.

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