Isaac Fernández de la Villa.
En esta ocasión compartiré con vosotros, amables lectores, parte de algo que durante años estuvo acaparando polvo en algún archivo informático, de esos que mantenemos guardados con recelo en espera que un milagro lo desempolve y cambie nuestras vidas... Pero el tiempo pasó y el milagro nunca llegó, para advertir además, que los cambios que se producen en nuestras vidas no necesariamente han de estar acordes a nuestros deseos, porque éstos no siempre convienen al ritmo de evolución que deberíamos llevar; hacia destinos generalmente muy controversiales en definición y consideraciones. Así que elegí ser yo quien desempolvar, abrillantar, y entregar a la humanidad lo que en realidad nos pertenece a todos, porque todos buscamos lo mismo aunque estemos confundidos y entretenidos en buscar distintas máscaras de lo que realmente buscamos.
Sin pretensión publicitaria, pues no soy empresario, no vendo nada, y dedicarme a escribir sigue siendo para mí un “negocio” de constante números rojos, comparto con ustedes la introducción del libro que dentro de poco pondré a descargar gratuitamente por Internet. Con la intención sólo de compartir, pues por encima de cualquier interés personal está la importancia de un contenido que puede entregar a cada cual, grandes pistas para emprender el sendero del Ser Felices de verdad; ya que aquello que entrego, no se tratará de ese tipo de entretenimiento que gratamente recibimos al leer magníficos libros de emocionantes historias asombrosas que alivian nuestras cargas cotidianas. Lo que a continuación en primicia comparto con ustedes, es parte de la introducción del libro que hace seis años llamé: El Buscador de la Felicidad, y que hasta ahora no había sentido cual sería la forma de entregarlo al mundo, aunque desde que lo escribí supuso para mí una constante y pesada carga al intuir que no había sido creado ni para ser de mi propiedad, ni mucho menos para permanecer guardado; como mi personalidad tanto tiempo lo mantuvo, huyendo de él incluso para evitar escribir durante años, pretendiendo olvidarlo conjuntamente con otras grandes decepciones personales, las cuales no hicieron más que acrecentarse por la falsa huida realizada, incluso del propio país donde había nacido y vivía... Aunque ya me lo advirtieron antes de irme: “Por mucho que huyas, las cargas las llevarás contigo y tarde o temprano tendrás que enfrentarlas”…
Pues habiendo llegado el momento, aprovecho esta ocasión para dar gracias a mi yo interno, porque al fin, con su ayuda comienzo a ser capaz de liberarme de ésta, y otras cargas que aún esperan ser descargadas a un mundo que en realidad, cada vez más, siento menos pertenecer a él, porque no ceso de padecer tener que respirar el ambiente codicioso que lo gobierna…
- ¿Qué quieres ser de mayor? - le dijo una niña a otra.
- Yo quiero ser abogada como mi madre. ¿Y tú?
- ¿Yo?... Yo quiero ser ¡Feliz!
En algún lugar dentro de cada ser humano existe un impulso que dirige todos nuestros esfuerzos hacia un sólo objetivo: Alcanzar la Felicidad. Pero el tiempo pasa y en más ocasiones de las que deseásemos, la vida inclina su balanza hacia una mayor cantidad de momentos tristes y dolorosos, que emocionantes y satisfactorios donde pudimos afirmar de corazón que somos felices.
Quizá creímos haber alcanzado la felicidad cuando reunimos como trofeos en vitrina, algunas de las metas que nos planteamos cuando jóvenes. Durante años las perseguimos entre esfuerzos y sacrificios embriagados por subliminales promesas de eterno goce, pero una vez logradas, los días borraron todo carácter de perpetuidad para quedar atrapados en una monotonía cotidiana donde nos olvidamos de aquello que una vez fue motor de nuestras vidas: Buscar Ser Felices.
“En verdad os digo, si no os volviéreis y os hiciéreis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. (San Mateo 18,3)
Todo niño tiene como principal objetivo ser Feliz, pero para aquellos que crecimos en una sociedad materialista que desvirtuó tal objetivo, todas nuestras esperanzas las pusimos en obtener logros materiales, en carreras Universitarias y laborales, en éxitos empresariales y un sin fin de montañas rusas emocionales, que hicieron de una existencia aparentemente larga, sólo un instante cuando en la madurez comenzamos a intuir que ésta se acabará pronto; porque está sometida al escrutinio de un tiempo relativo donde la verdadera felicidad parece no existir. Y cansados de luchar, ya nada motivará que cambiemos el rumbo hacia una morgue que nos espera, mientras seguimos arrastrando la pesada cruz creada por nosotros mismos, invisible bajo infinidad de adornos sobre ella, estos bien representados por álbumes cargados de fotos coloridas, con las que revivir un pasado que hace tiempo murió.
Nos hicieron creer que el reino de los cielos es un lugar tan lejano y con requerimientos tan especiales y difíciles de cumplir, que nos consideramos indignos de alcanzarlo. Y de esta forma colocaron a la humanidad el brazalete de los pecadores condenados a exterminio, cuando el único requisito para llegar a tal Reino de Felicidad, es nuestra disposición a querer encontrarlo.
¡Todos buscamos la felicidad!, puede gritar la humanidad al unísono, pero ¿qué estamos buscando realmente?...
Para buscar de verdad hemos de comprender de verdad de qué se trata nuestra búsqueda, y para ello, la humanidad debe salir de esa resignación enquistada en nuestros corazones a fuerza de opresiones y palabras condenatorias. Las que resonando en nuestras almas durante siglos, lograron dejar inaudibles nuestro Gran Anhelo. Un Anhelo que sigue ahí, dentro de nosotros clamando los mismos cantos de nuestra niñez y juventud, gritando las mismas voces de esperanza, ahora solapadas bajo escombros de una vida cada día más corta y llena de futilidad: Clamores y gritos que provienen de nosotros mismos, de nuestro verdadero Ser, de nuestro Yo celestial, que pueden resumirse en tres palabras que hace tiempo olvidamos: ¡Quiero Ser Feliz!
Muchos son los que dieron por incontestables cuestiones como hacia dónde vamos y de dónde venimos, pero las respuestas nunca dejaron de estar a nuestro alcance, y ahora lo están más que nunca; sólo falta ganas de investigar y descubrir, de sacar brillo a nuestro poder de reflexión para comprender que fue subyugado bajo el egoísta pie del materialismo.
¿Qué podemos decir de nuestras vidas?...
¿Hicimos lo que teníamos que hacer porque reflexionamos antes de hacerlo?, o forjamos nuestro sendero copiando pasos de otros para acabar sacrificándonos por ideas e intereses ajenos. Porque son muchos quienes alcanzamos las metas que nos vendieron y en poco tiempo la realidad de ellas se nos presentó. Lo que parecían ser diamantes dignos de ser alcanzados se convirtieron en cristales sin valor porque tenían fecha de caducidad, y nuestros pasos se hicieron monótonos en el constante esfuerzo de mantener una alegría que dejaba de serlo cada día. Con la meta alcanzada la felicidad se marchó para sólo brillar tenuemente cada vez que nuestra imaginación la trae de nuestros recuerdos.
Cuando esto nos sucede, plantearnos otra meta suele ser nuestro consuelo, y de nuevo partimos con ilusiones renovadas hacia nuevos rumbos, para quizá obtener los mismos resultados; porque caminamos sobre una falsa interpretación de felicidad programada por una sociedad materialista que la mancilló. Y como ciegos vamos tras ella como cucaracha que huye de la luz, para ocultarse en las sombras sin pensar, que en ellas puede estar esperándole la muerte.
Actualmente nos movemos dentro de un mundo que se globaliza impulsado por la tergiversación de conceptos y la manipulación informativa programadora de personalidades, donde la palabra felicidad se ha convertido en algo poco definido, en una mercancía de compra y venta de características abstractas cargadas de circunstancias infinitas que la llevaron casi a lo incomprensible. Esto lo demuestra el hecho de que la mayoría de nosotros creemos saber qué significa ser feliz, cuando la verdadera felicidad nos sigue siendo una desconocida que nunca logramos alcanzar: ¿Sabemos realmente qué es llegar a ser felices?... ¿Creen ustedes que la felicidad es ese estado de ánimo que se complace mientras se posee un bien?...
Muchos la buscaron y creyeron encontrarla. Otros la hallaron y poco les duró. Pensar que uno la tiene puede ser un engaño, y quien la tuvo de verdad, pocas veces fue creído y en sus palabras escuchado.
...
¿Han reflexionado alguna vez sobre la felicidad o si son felices realmente?
En esta ocasión compartiré con vosotros, amables lectores, parte de algo que durante años estuvo acaparando polvo en algún archivo informático, de esos que mantenemos guardados con recelo en espera que un milagro lo desempolve y cambie nuestras vidas... Pero el tiempo pasó y el milagro nunca llegó, para advertir además, que los cambios que se producen en nuestras vidas no necesariamente han de estar acordes a nuestros deseos, porque éstos no siempre convienen al ritmo de evolución que deberíamos llevar; hacia destinos generalmente muy controversiales en definición y consideraciones. Así que elegí ser yo quien desempolvar, abrillantar, y entregar a la humanidad lo que en realidad nos pertenece a todos, porque todos buscamos lo mismo aunque estemos confundidos y entretenidos en buscar distintas máscaras de lo que realmente buscamos.
Sin pretensión publicitaria, pues no soy empresario, no vendo nada, y dedicarme a escribir sigue siendo para mí un “negocio” de constante números rojos, comparto con ustedes la introducción del libro que dentro de poco pondré a descargar gratuitamente por Internet. Con la intención sólo de compartir, pues por encima de cualquier interés personal está la importancia de un contenido que puede entregar a cada cual, grandes pistas para emprender el sendero del Ser Felices de verdad; ya que aquello que entrego, no se tratará de ese tipo de entretenimiento que gratamente recibimos al leer magníficos libros de emocionantes historias asombrosas que alivian nuestras cargas cotidianas. Lo que a continuación en primicia comparto con ustedes, es parte de la introducción del libro que hace seis años llamé: El Buscador de la Felicidad, y que hasta ahora no había sentido cual sería la forma de entregarlo al mundo, aunque desde que lo escribí supuso para mí una constante y pesada carga al intuir que no había sido creado ni para ser de mi propiedad, ni mucho menos para permanecer guardado; como mi personalidad tanto tiempo lo mantuvo, huyendo de él incluso para evitar escribir durante años, pretendiendo olvidarlo conjuntamente con otras grandes decepciones personales, las cuales no hicieron más que acrecentarse por la falsa huida realizada, incluso del propio país donde había nacido y vivía... Aunque ya me lo advirtieron antes de irme: “Por mucho que huyas, las cargas las llevarás contigo y tarde o temprano tendrás que enfrentarlas”…
Pues habiendo llegado el momento, aprovecho esta ocasión para dar gracias a mi yo interno, porque al fin, con su ayuda comienzo a ser capaz de liberarme de ésta, y otras cargas que aún esperan ser descargadas a un mundo que en realidad, cada vez más, siento menos pertenecer a él, porque no ceso de padecer tener que respirar el ambiente codicioso que lo gobierna…
- ¿Qué quieres ser de mayor? - le dijo una niña a otra.
- Yo quiero ser abogada como mi madre. ¿Y tú?
- ¿Yo?... Yo quiero ser ¡Feliz!
En algún lugar dentro de cada ser humano existe un impulso que dirige todos nuestros esfuerzos hacia un sólo objetivo: Alcanzar la Felicidad. Pero el tiempo pasa y en más ocasiones de las que deseásemos, la vida inclina su balanza hacia una mayor cantidad de momentos tristes y dolorosos, que emocionantes y satisfactorios donde pudimos afirmar de corazón que somos felices.
Quizá creímos haber alcanzado la felicidad cuando reunimos como trofeos en vitrina, algunas de las metas que nos planteamos cuando jóvenes. Durante años las perseguimos entre esfuerzos y sacrificios embriagados por subliminales promesas de eterno goce, pero una vez logradas, los días borraron todo carácter de perpetuidad para quedar atrapados en una monotonía cotidiana donde nos olvidamos de aquello que una vez fue motor de nuestras vidas: Buscar Ser Felices.
“En verdad os digo, si no os volviéreis y os hiciéreis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. (San Mateo 18,3)
Todo niño tiene como principal objetivo ser Feliz, pero para aquellos que crecimos en una sociedad materialista que desvirtuó tal objetivo, todas nuestras esperanzas las pusimos en obtener logros materiales, en carreras Universitarias y laborales, en éxitos empresariales y un sin fin de montañas rusas emocionales, que hicieron de una existencia aparentemente larga, sólo un instante cuando en la madurez comenzamos a intuir que ésta se acabará pronto; porque está sometida al escrutinio de un tiempo relativo donde la verdadera felicidad parece no existir. Y cansados de luchar, ya nada motivará que cambiemos el rumbo hacia una morgue que nos espera, mientras seguimos arrastrando la pesada cruz creada por nosotros mismos, invisible bajo infinidad de adornos sobre ella, estos bien representados por álbumes cargados de fotos coloridas, con las que revivir un pasado que hace tiempo murió.
Nos hicieron creer que el reino de los cielos es un lugar tan lejano y con requerimientos tan especiales y difíciles de cumplir, que nos consideramos indignos de alcanzarlo. Y de esta forma colocaron a la humanidad el brazalete de los pecadores condenados a exterminio, cuando el único requisito para llegar a tal Reino de Felicidad, es nuestra disposición a querer encontrarlo.
¡Todos buscamos la felicidad!, puede gritar la humanidad al unísono, pero ¿qué estamos buscando realmente?...
Para buscar de verdad hemos de comprender de verdad de qué se trata nuestra búsqueda, y para ello, la humanidad debe salir de esa resignación enquistada en nuestros corazones a fuerza de opresiones y palabras condenatorias. Las que resonando en nuestras almas durante siglos, lograron dejar inaudibles nuestro Gran Anhelo. Un Anhelo que sigue ahí, dentro de nosotros clamando los mismos cantos de nuestra niñez y juventud, gritando las mismas voces de esperanza, ahora solapadas bajo escombros de una vida cada día más corta y llena de futilidad: Clamores y gritos que provienen de nosotros mismos, de nuestro verdadero Ser, de nuestro Yo celestial, que pueden resumirse en tres palabras que hace tiempo olvidamos: ¡Quiero Ser Feliz!
Muchos son los que dieron por incontestables cuestiones como hacia dónde vamos y de dónde venimos, pero las respuestas nunca dejaron de estar a nuestro alcance, y ahora lo están más que nunca; sólo falta ganas de investigar y descubrir, de sacar brillo a nuestro poder de reflexión para comprender que fue subyugado bajo el egoísta pie del materialismo.
¿Qué podemos decir de nuestras vidas?...
¿Hicimos lo que teníamos que hacer porque reflexionamos antes de hacerlo?, o forjamos nuestro sendero copiando pasos de otros para acabar sacrificándonos por ideas e intereses ajenos. Porque son muchos quienes alcanzamos las metas que nos vendieron y en poco tiempo la realidad de ellas se nos presentó. Lo que parecían ser diamantes dignos de ser alcanzados se convirtieron en cristales sin valor porque tenían fecha de caducidad, y nuestros pasos se hicieron monótonos en el constante esfuerzo de mantener una alegría que dejaba de serlo cada día. Con la meta alcanzada la felicidad se marchó para sólo brillar tenuemente cada vez que nuestra imaginación la trae de nuestros recuerdos.
Cuando esto nos sucede, plantearnos otra meta suele ser nuestro consuelo, y de nuevo partimos con ilusiones renovadas hacia nuevos rumbos, para quizá obtener los mismos resultados; porque caminamos sobre una falsa interpretación de felicidad programada por una sociedad materialista que la mancilló. Y como ciegos vamos tras ella como cucaracha que huye de la luz, para ocultarse en las sombras sin pensar, que en ellas puede estar esperándole la muerte.
Actualmente nos movemos dentro de un mundo que se globaliza impulsado por la tergiversación de conceptos y la manipulación informativa programadora de personalidades, donde la palabra felicidad se ha convertido en algo poco definido, en una mercancía de compra y venta de características abstractas cargadas de circunstancias infinitas que la llevaron casi a lo incomprensible. Esto lo demuestra el hecho de que la mayoría de nosotros creemos saber qué significa ser feliz, cuando la verdadera felicidad nos sigue siendo una desconocida que nunca logramos alcanzar: ¿Sabemos realmente qué es llegar a ser felices?... ¿Creen ustedes que la felicidad es ese estado de ánimo que se complace mientras se posee un bien?...
Muchos la buscaron y creyeron encontrarla. Otros la hallaron y poco les duró. Pensar que uno la tiene puede ser un engaño, y quien la tuvo de verdad, pocas veces fue creído y en sus palabras escuchado.
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¿Han reflexionado alguna vez sobre la felicidad o si son felices realmente?
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