viernes, 9 de septiembre de 2011

NACÍ CIEGO Y EL DOLOR ME HIZO VER

Nací ciego, y aún así puedo ver más que vosotros... ¿Qué mundo de sufrimientos os habéis creado, hermanos míos?
Sin parar de ver sufrimientos, sigo aquí, con la pregunta que tortura mi ser: ¿Cuándo podré salir, dios mío?... Todos están ciegos, y lo peor de todo, es que soy uno de ellos: No veo lo que pienso, no siento lo que quiero y me siento perdido en este jardín de tribulaciones donde me encuentro fuera y lejos de mi casa...

Loco me han llamado cuando hice caso omiso a las palabras de Jesús: "NO HECHAR PERLAS HA LOS CERDOS, NI FLORES A LOS PERROS..., PUES PUEDE QUE LAS PISOTEEN Y SE VUELVA PARA DEVORARTE"... Mi orgullo me obligó, y bien merecidos los resultados: Así aprendí a callar.

Causas sociales provocan sus efectos sociales. Y el silencio, a veces, es la mejor defensa contra la incomprensión de los ofuscados, no comprenden motivos ulteriores de acontecimientos, y te despellejarán cuando les hables de lo que no entienden.
Dentro de sus corazones está el valor por la vida, sin que sepan por qué.
Dentro de sus corazones están los instintos de supervivencia, más fuertes que cualquier sentimiento aprendido en años de escuelas o por acontecimientos, pero no saben por qué.
Cuando el dolor se planta en sus caras, sus mentes se bloquean y queda libre la naturaleza de su ser interior: Los héroes son proclamados por actos, que no supieron cómo fueron capaces de realizar.
Cuando el dolor golpea fuertemente al global, parece no importar atascos en las calles, ni las prisas, ni los odios, ni los trabajos para la sociedad.
Cuando el dolor golpea fuertemente al global, la serenidad pide paso y aprovecha la ocasión si se le da, pues la mente aturdida no sabe actuar para encontrar comprensión a lo ocurrido; nunca se la preparó para ello.
La muerte avisa constantemente que está presente en nuestras vidas, y dentro de nuestros castillos monótonos, hace temblar su aparición.
Toda una vida intentando evitar la presencia de aquello que siempre vimos de lejos, para nunca considerar que nos tocaría sufrir o pasar, pero de pronto, aquello nos avisa, nos dice que es imposible evadirlo si queremos avanzar: Toda una vida huyendo para nada, pues en la esquina siguiente, podemos encontrar aquello que intentamos dejar atrás.
Poderoso aprendizaje el del dolor, que acaba con el diablo que es una mente programada hacia lo absurdo; que nos hace maestros de nosotros mismos cuando nos liberamos con nuestro esfuerzo de superarlo: La casualidad no existe y lo que llaman suerte es el dios de los ignorantes.

Isaac Fernández de la Villa.

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