jueves, 5 de mayo de 2011

CONVIRTIERON A JESUS EN UN SER LEJANO.



La mayoría de enseñanzas religiosas dependientes de la Biblia hicieron de Jesús el Único hijo de Dios, algo inmortal sobre los demás hombres, mortales. Hicieron de él un Dios lejano cuando por todos los medios quiso hacernos saber que es tan cercano que no podríamos verlo fuera de nosotros porque está dentro. Lo separaron tanto, que ahora sentimos lejos nuestra divinidad, ese Cristo en nosotros, que anclado en nuestro corazón y conciencia, nos da la vida y todo lo que pidamos a través de él (en su nombre). Y el hombre, al verlo y creerlo tan lejano, tan imposible de alcanzar, se rinde, para caer resignado en la pereza, en la haragancia espiritual. Eliminándose así, toda voluntad sincera de hacer algo para recibir nuestra Verdadera Comunión con el Espíritu Santo, que está aquí, ¿quizá en su total plenitud, tan sólo a unos pocos metros sobre nuestra cabeza?... ¿Esperando que purifiquemos su templo (nuestro cuerpo), y ampliemos el canal de comunicación con él, para expresarse a través de nosotros plenamente?... Para sentir y manifestar lo mismo que el compañero Jesús manifestó.

Habla Dios:
“Haced justicia al débil y al huérfano; tratad justamente al desvalido y al menesteroso; librad al débil y al pobre, sacadlo de las garras del impío.
Pero no saben ni entienden, andan en tinieblas; vacilan todos los cimientos de la tierra.
Yo dije: Sois Dioses, todos vosotros sois hijos del Altísimo; pero moriréis como hombres, caeréis como cualquiera de los príncipes. (Salmo 82)

¿Qué espera la humanidad para despertar de esas tinieblas en que andamos?... Seguimos muriendo como hombres, por una resignación que nos hizo pasar de ser Dioses e hijos de Dios, a simples humanos dependientes de las palabras e interpretaciones de otros humanos.

Algunos creyentes llaman a la resignación diciéndose a sí mismos o a los demás: “No pasa nada, si las cosas van mal, ya estarán bien cuando muera”. No saben que mejor hacen quienes aún no creyendo en Dios o alguna inteligencia superior, por el simple hecho de actuar, ya los han superado, porque ya lo dice el dicho: “Quien Hace, se puede equivocar al hacer lo que hace, pero quien no Hace algo, ya está equivocado”.

Seamos ricos o pobres, obreros o príncipes, mientras no logremos que nuestro Espíritu Santo vuelva a nosotros, y él seamos nosotros, seguiremos vida tras vida naciendo para acabar muertos de nuevo, para ser enterrados por otros muertos que caminan de igual forma: Adorando a la muerte rindiéndoles pleitesía, temiendo los cambios, temiendo actuar de otra forma que no sea aquella a la que se acostumbraron, y por ello, la más fácil en su actual concepto… Dejando todo para otro día, para nunca hacer algo realmente por cambiar algo.

Isaac Fernández de la Villa.

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