Nuestra común percepción de altruismo es que existe, que hay personas que dan sus vidas por otros. Se dice que ser altruista es procurar el bien ajeno aún a costa del propio. Pero la mayoría de las veces, se lo considera como emprender acciones que no aportan beneficio material a quien las realiza.
Consideremos que existen personas que parecen estar sacrificándose en beneficio de otros y por ello, están dentro de la definición de altruismo que conlleva cierto sacrificio para quien lo practica.
Estamos en una ONG altruista y nos vamos a África, a costa de nuestro bienestar primer mundista. Allí trabajaremos contra el hambre mientras vivimos en una choza. Para muchos esto es un gran acto de altruismo. Pero ¿realmente es así?...
Quizá decidimos hacer el viaje para conseguir algo.
Nos dimos cuenta que nuestros bienes materiales no suplen una carencia interior, la cual sólo es satisfecha cuando nos damos a los demás. Al ayudar nos sentimos realizados y relacionamos ayudar con bienestar. Nuestra percepción comparó el bienestar de ayudar a otros, con la monótona vida sin sentido que teníamos en nuestra lujosa casa llena de cosas materiales, y ganó la opción de ir a África.
En realidad no hemos sacrificado nada por ir a ayudar, sino que buscamos una satisfacción mayor a la que teníamos. Dejamos atrás muchas cosas materiales con cierto sacrificio, pero lo hicimos para obtener algo que merece la pena.
Estos mecanismos internos sutiles, son lo que motiva a muchos seres humanos a ayudar a otros aún sin conocer a quienes vamos a ayudar. Sólo queremos ayudar, sin pensar si se merecen o no nuestra ayuda; nuestro único impulso parece ser; que nosotros necesitamos sentirnos bien ayudando a otros, para ser esto en muchas ocasiones lo único que importa... ¡Ojo!, dentro del supuesto altruismo puede ir camuflado un gran egoísmo.
Imaginemos ahora, que decidimos marcharnos a África porque recibimos un mensaje divino que así nos lo indicó. “Deja todo y márchate a ayudar a los pobres de África”, nos dijo una voz misteriosa que asociamos con Dios.
Quizá pasamos años escuchando la voz pero la ignoramos, y ahora confiamos en ella porque sabemos que nos da la mejor orientación para nosotros. Entonces podemos creer que dejamos todo por ayudar a otros, pero en el fondo sabemos que es lo mejor para nosotros. En este caso también nos ponemos por delante de aquellos que vamos a ayudar.
Si consideramos altruista no percibir beneficio material por algo que hacemos, el altruismo existe, pero nunca podrá escaparse de la frase: “Nadie da algo por nada”, comúnmente conocida por: “Nadie da nada por nada”, que en España se expresaba con: “Nadie da duros a pesetas”, siendo un duro igual a cinco pesetas -moneda en curso antes del Euro-.
Isaac Fernández de la Villa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario