Atrapado en la espera, mi alma a veces, desespera. La confianza es la espada, la quietud es mi lecho, mientras las tormentas rondan el paisaje tornándolo de gris. La luz está cerca pero no puedo sentir su calor, la luz brilla pero mis ojos aún no están abiertos para ver su intensidad. Lejanas tierras me llaman clamando mi presencia, pero mi alma sigue atada a la estaca de una vida. Las cadenas se tensan haciendo insoportable el aguante que con facilidad me retuvieron. El camino está marcado pero aún así, sigue por marcar. Lo pasos están por llegar a comenzar su caminar, el polvo se amontona en las solapas de mis camisas. Con dureza la inactividad corroe los engranajes del movimiento, pero dentro de mi corazón la templanza mantiene la calma, no sin entablar leves batallas que si son comparadas a las de antaño, mera llovizna sobre el césped bien asentado. La esperanza brilla en el mañana, pero hoy la confianza es lo que me queda, pues nada lleva de mi mano mis sandalias desgastadas por el roce de largos trechos duros y desolados. Corazón sufrido del interior maldito y condenado. El final se acerca para una pena que agoniza en su intento por perdurar, pero ya perdió toda su grandeza y no puede alzarse en detrimento de la fe en uno mismo. El horizonte se ha parado y la brisa no disuelve los granos de la fina arena que formando muralla el tiempo apelmazó. Escarpadas cumbres mermadas en duros golpes que son desierto de arena fina.
Pero no se ha de tomar a la ligera, pues la victoria se transforma en espejismo cuando la confianza se viste de exceso. Todo se pierde en pocos pasos por la impaciencia. El tono rosado de la piel se escama por el abrasador sol del medio día. El agua descendiendo por la garganta se hace monótona y necesaria, pues la espera es ardua, pero no hay que desdeñar la merecida recompensa para aquél que encuentra el oasis de su ser, donde brota el alimento ilimitado de poderes sorprendentes, y donde el sufrimiento se arrodilla hasta que en su desaparición ha dejado otorgado el diploma de la libertad.
En espera del movimiento estoy. Las cadenas están prestas a romperse para emprender la nueva lucha, que quizá esta vez sea el gozo de servir a mi corazón mientras sirvo en el servicio de la luz que en él habita.
(10/01/05)
Isaac Fernández de la Villa.
(10/01/05)
Isaac Fernández de la Villa.
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